para recibir a Silvio Rodríguez
José Miguel Martínez Hernández, de 44 años, está casado y tiene dos hijos. Él y su familia son católicos, respetados y queridos en su pueblo. Es miembro del Movimiento Cristiano Liberación y uno de los prisioneros de la Primavera Negra. Miguelito, como le conocen, fue condenado a 15 años de prisión por sembrar la esperanza, por contribuir a que se abriera la primavera para Cuba, trabajando de manera transparente en la promoción del Proyecto Varela.
Miguelito ha recorrido varias prisiones desde que fue condenado injustamente, pero ahora, en la Prisión de Quivicán, le visitan oficiales de la Seguridad del Estado para preguntarle su opinión, o disposición, ante la inminente actuación del famoso cantante, autor y ex diputado Silvio Rodríguez.
Pronto actuará allí, como ha hecho en otras prisiones cubanas. A muchos prisioneros comunes les están aleccionando, entrevistando y advirtiendo, mientras preparan la prisión como un gran set para la visita del talentoso cantante. Seguramente acompañarán su actuación muchas filmaciones que demostrarán "lo felices" que son los cubanos en las prisiones chicas, casi más que en la prisión grande, nuestro archipiélago.
Algo muy grave ocurre allí. Rodríguez y sus acompañantes tendrán que llevar el agua embotellada, o beber la destinada a los oficiales. El agua de beber, la única agua, llega a los prisioneros sólo unos momentos en el día, y generalmente muy oscura y sucia. Ellos deben esperar un tiempo para que se aclare un poco, y recogerla en vasijas improvisadas.
Lo que ocurre es que mientras las tuberías están vacías, absorben por sus muchas roturas desechos y aguas contaminadas y sucias. No alcanza este artículo para describir las condiciones antisanitarias en que los presos hacen sus necesidades y cómo el suelo se contamina constantemente. O en qué condiciones comen los preparados, muchas veces repugnantes, que se ofrecen como alimento en la mayoría de las prisiones.
El sueño de la libertad
José Miguel Martínez, prisionero de conciencia, encarcelado sólo por defender pacíficamente los derechos de los ciudadanos, nos alerta que en la Prisión de Quivicán existe un brote de tuberculosis. Las autoridades de la prisión, mientras "preparan" la actuación de Silvio Rodríguez, toman medidas para controlar una enfermedad cuyas causas no necesitan explicarse.
Los prisioneros de las cárceles y los ciudadanos de la prisión cubana no necesitan que se les cante con versos usados para falsificar la vida y presentar la opresión que sufren como si fuera libertad. La misión de los artistas es ser voz de los que no tienen voz y no de los que silencian con miedo. Ojalá que muchos artistas se conviertan al pueblo, se conviertan a la causa de la liberación, liberándose ellos mismos. No hay por qué dudar que muchos tengan suficiente humildad, valor y amor en el corazón, además de talento, para esta conversión.
Miguelito, el prisionero de la Primavera Negra, allí en Quivicán, respondió que "no le interesaba para nada la visita de Silvio". Según conozco bien, esto lo dijo sin odio, pero indignado ante el gran fraude, pues, como afirmó el propio Miguelito parodiando una canción de ese autor, "antes y después de la visita de Silvio Rodríguez, los prisioneros en Quivicán y en todas las prisiones cubanas, debido al trato cruel e inhumano, seguirán, 'soñando con serpientes'".
Aunque Miguelito no sueña con serpientes, sino con la liberación de su pueblo, tiene un sueño como todos los prisioneros de la Primavera Negra, un sueño por el derecho a soñar de los cubanos, un sueño que es el nuestro, como el de Martin Luther King: el sueño de la paz y la justicia, de la reconciliación. El sueño que es la esperanza cierta de los que tenemos fe y luchamos, es el sueño de la liberación.
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