Sunday, May 11, 2008

Entrevista a Yoani Sánchez de Dagoberto Valdés

Yoani Sánchez y Reynaldo Escobar
Yoani Sánchez y Reynaldo Escobar
Yoani Sánchez, La Habana, 1975. Estudió durante dos cursos en el Instituto Pedagógico la especialidad de Español-Literatura. En el año 1995, se trasladó a la Facultad de Artes y Letras donde terminó, después de cinco años, la especialidad de Filología Hispánica. Se especializó en la literatura latinoamericana contemporánea y discutió una incendiaria tesis titulada “Palabras bajo presión. Un estudio sobre la literatura de la dictadura en Latinoamérica”. Al terminar la Universidad había comprendido dos cosas: la primera, que el mundo de la intelectualidad y la alta cultura le repugnaban y la más dolorosa, que ya no quería ser filóloga.
En septiembre del 2000 fue a trabajar a una oscura oficina de la Editorial Gente Nueva, mientras arribaba al convencimiento –compartido por la mayoría de los cubanos- de que con el salario ganado legalmente no podría mantener a su familia. De manera que, sin concluir el servicio social, pidió la baja y se dedicó a la mejor remunerada labor de profesora de español –freelance- para algunos turistas alemanes que visitaban La Habana. Era la etapa (prolongada hasta el día de hoy) en que los ingenieros preferían manejar un taxi, los maestros hacían hasta lo imposible por trabajar en la carpeta de un hotel y en los mostradores de las tiendas te podía atender una neurocirujana o un físico nuclear. En el 2002 el desencanto y la asfixia económica la llevaron a la emigración en Suiza, de donde regresó –por motivos familiares y contra la opinión de conocidos y amigos- en el verano del 2004.
En esos años descubrió la profesión que la acompaña hasta hoy: la informática. Se dio cuenta que el código binario era más transparente que la rebuscada intelectualidad y que si nunca se le había dado bien el latín al menos podría probar con las largas cadenas del lenguaje html. En el 2004 fundó junto a un grupo de cubanos –todos radicados en la Isla- la revista de reflexión y debate Consenso. Tres años después sigue trabajando como web master, articulista y editora de esa publicación.
En abril de 2007 se enredó en la aventura de tener un Blog llamado “Generación Y” que ha definido como “un ejercicio de cobardía”… “que me permite decir en este espacio lo que me está vedado en mi accionar cívico.”
Vive en La Habana, ha apostado por quedarse en Cuba y dice que: “cada día soy más informática y menos filóloga.” Hoy es la bloguista independiente más conocida de Cuba y su espacio recibió solo en el mes de marzo más de cuatro millones de hits. Ha participado como asesora y animadora incansable en el nacimiento de la revista digital Convivencia. Hace unas semanas su blog ha sido “oscurecido” o “presillado” o bloqueado por el Gobierno cubano a solo unas semanas de haber firmado los Pactos Internacionales de Derechos Humanos.
Ha recibido el premio de periodismo Ortega y Gasset 2008, categoría de periodismo digital, que otorga el grupo español Prisa y que es uno de los galardones más importantes en lengua castellana.
D.V.: Yoani, la noticia del premio de periodismo Ortega y Gasset nos ha hecho alegrarnos junto contigo. ¿Cómo llevas el honor y el reto que trae un reconocimiento así?
Y.S.: En un principio estaba muy sorprendida de que me hubieran entregado ese galardón. No podía creer que mis crónicas de la vida cotidiana y mis constantes interrogantes hubieran sido reconocidas con un premio tan importante. Sin embargo, creo que el periodismo ciudadano se está convirtiendo, cada vez más, en una fuente de información para muchos. Sin las herramientas de un profesional de la comunicación, pero con la experiencia de vivir los sucesos y narrarlos desde esa cercanía, algunos blogs son hoy más visitados que sitios web de periódicos o agencias de prensa.
El jurado del premio Ortega y Gasset alabó la perspicacia con que logré sortear las limitaciones a la libertad de expresión en Cuba. Reconocer esa característica inherente a los Blogs hechos dentro de Cuba, es vital para entender y estimular todo el fenómeno de la blogósfera cubana. A pesar de todas las limitaciones materiales para obtener una computadora y de lo complicado que se vuelve acceder a Internet, los textos de los Blogs de cubanos dentro y fuera de la Isla están ayudando a formar opinión, crear debate y, lo más importante, romper el monopolio de los medios informativos oficiales.
D.V.: Creo que esto que ahora estamos viviendo junto a ti en el intermitente “apagón” de tu ciberespacio, tiene su verdadero origen en una decisión tuya de hace bastante tiempo. ¿Por qué decidiste regresar a Cuba?
Y.S.: Esa decisión fue un punto de fractura en mi vida, de una magnitud que muchos pensaron que había enloquecido. Tenían razón. No me caracterizo por sopesar los efectos negativos de mis actos. Algunos le llaman a eso “irresponsabilidad”, yo prefiero decirle mis “arranques”. Dejé atrás las montañas nevadas, la neutralidad suiza y un montón de amigos, pues motivos familiares me halaron, literalmente, hacia Cuba. Tengo una familia que venero y no supuse las heridas que ocasionaría estar separada de ella. Paralelamente a estos motivos, estrictamente personales, estaba el latiguillo de la culpa diciéndome “te fuiste, no hiciste nada por abrirte un espacio”.
En la distancia, es común que uno sienta que ha sido obligado a escapar, empujado a partir, lo cual –si de una cabecidura crónica como yo, se trata- es el mayor de los incentivos para el retorno. Claro que nada de esto sería anecdótico si no fuera por el absurdo migratorio cubano, que nos obliga a lo irreversible. Que nos divide entre “quedados”, “residentes temporales en el extranjero” y cubanos con “permiso de salida por once meses”. Todo ese drama que los políticos y los burócratas han inventado y mantenido por tantos años, hace que mi decisión -común en muchos otros países- parezca aquí más surreal.
D.V.: Evidentemente para una persona inteligente y sencilla como tú –combinación que no abunda y es propia de la gente auténticamente grande de alma- la elección de su vocación en la sociedad no es asunto de conveniencias o casualidades. Yo creo que los demás cubanos, y tus lectores “de fuera”, tenemos derecho a animarnos conociendo algo de tu proceso interior (lo que algunos llamaríamos tu mística, en el sentido de fuerza interior que empuja a la praxis cotidiana): ¿Cómo decidiste tu rol al servicio de Cuba y cuáles son los paradigmas o líneas maestras de tu proyecto de vida?
Y.S.: No puedo precisarte cuándo comenzó ni en qué momento se manifestó en toda su madurez eso que tú llamas la elección de mi vocación en la sociedad, pero sí puedo decirte que un día me vi haciéndome preguntas sobre el tema de la responsabilidad, especialmente sobre la que tiene una persona como ciudadano.
De niña tuve muchas responsabilidades y ya con diecinueve años era madre, a la par que llevaba los estudios en la Universidad. Eso me enseñó, desde muy temprano, que uno mismo es quien debe ejecutar las acciones para resolver sus problemas. Cuando llegaron otras molestias, como la que me genera la inconformidad con muchas cosas que pasan en mi país, lo más frustrante fue darme cuenta que apenas si podía “ejecutar las acciones” para solucionarlas. Esa sensación de estar amarrada y los esfuerzos por “zafarme” han sido el combustible de todo lo que ha venido después.
Paradigmas, lo que son paradigmas, creo que no tengo ninguno. No practico ninguna religión (aunque no soy atea), no pertenezco a ninguna organización política, no me defino a mí misma como de derechas o de izquierdas, ni siquiera soy fanática de los Industriales. Me preocupa mucho el presente inmediato y el futuro de mi hijo y me siento muy intranquila cuando dejo pasar el tiempo sin haber hecho algo.
D.V.: Algunas personas te vemos diferente, vale decir, muy despierta a la vida, muy consciente de tu compromiso, muy generosa al poner tus talentos al servicio de proyectos difíciles y de gente concreta y nos gustaría que hubiera otras cubanas y cubanos como tú. ¿Cuál es el secreto de tu lucidez, tu compromiso sin alardes y de tu laboriosidad perseverante? Nota del entrevistador: No se vale escabullirte en tu modestia. El momento y la necesidad obligan.
Y.S.: Tengo la laboriosidad y el desespero de una hormiga, quizás por eso no logro engordar. Esa energía –que espero mantener hasta los noventa- la canalizo en múltiples empeños. Si pudiera trascender de alguna forma, me gustaría quedar como una facilitadora de proyectos ajenos, como un fino cordel que sirva para unir muchos espacios.
Cierta ansiedad por conocer me hace enrolarme en todo tipo de planes. Lo mismo me aprendo el diagrama eléctrico de una lavadora y termino por repararla, que cometo la osadía de diseñar un sitio web. Esa tolerancia y atracción por todo tipo de conocimientos, no importa si es académico o popular, moderno o anacrónico, útil o inservible, me involucra en todo tipo de “locuras”. Si a eso le unes que tengo una sentido de la responsabilidad, casi genético, entonces llevaré todas esas “chifladuras” hasta el final.
D.V.: Hablemos del sitio “DesdeCuba.com” y de tu blog “Generación Y”. ¿Cuáles son sus propósitos? ¿En quiénes piensas al escribir?
Y.S.: “DesdeCuba.com” se ha convertido, poco a poco, en un portal que ofrece espacios para quienes quieren decir algo y no tienen dónde hacerlo visible. Allí está la revista digital Consenso que ya existía desde principios de 2005. También se encuentran seis blogs, cada uno totalmente independiente del otro y otros espacios autónomos.
El blog Generación Y, que hago desde abril de 2007 lo he definido muchas veces como un exorcismo, o lo que es igual, un procedimiento para expulsar las fuerzas psíquicas negativas que me atormentan. Entre esos “espíritus malignos” que pretendo conjurar con este ejercicio, están la cobardía, la indolencia, la culpa, la complicidad y todo lo que te puedes imaginar que uno tiene que sacudirse, o “despojarse”, para andar ligero sobre esta isla.
D.V.: ¿Cómo “sientes” la creciente audiencia y el debate que suscita un simple blog de una joven cubana, desde Cuba?
Y.S.: Me sorprende que Generación Y haya motivado tanto debate. El hecho de acompañar los posts con mi foto y mi nombre ha contribuido, en parte, a eso. Ese detalle ha sido, para mí, una terapia para enfrentar mis propios miedos, mis paranoias y sobre todo para hacer lo que no se atreven a hacer todos aquellos que nos censuran, nos vigilan y nos reprimen en la sombra.
En el Blog los lectores han creado un verdadero foro de discusión que, incluso con sus exabruptos, es un ejercicio de diálogo. Lo que comenzó siendo un sitio para colgar mis crónicas ha terminado como un espacio de reflexión y encuentro de cientos de comentaristas. A ellos, principalmente, pertenece Generación Y.
D.V.: La semana pasada tu espacio estuvo “presillado”, hoy todavía es inaccesible desde algunos servidores cubanos. Intentando lo imposible, en este momento: abrazarte a un mínimo de serenidad y objetividad, ¿A qué atribuyes este “apagón” teniendo en cuenta que el gobierno cubano posee todos los medios de prensa escritos, radiales, televisivos y controla el ciberespacio dentro?
Y.S.: Cuando alguien no tiene suficientes argumentos para discutir con una persona y lo que ésta le dice no le gusta, una de las primeras reacciones es descalificar al otro, luego pasar a los insultos, los ataques personales y, finalmente, aparece el impulso de taparle la boca. Si el que carece de explicaciones posee, además, la fuerza para censurar y cuenta con una relativa impunidad, entonces el impulso se materializa en mordaza. No le puedes pedir chirimoyas a un almácigo, como no puedes esperar ánimo de diálogo y tolerancia de quien ha pasado la mayor y más importante parte de su vida detentando una autoridad sin límites.
D.V.: ¿Crees de verdad que han domado el “potro” de Internet? ¿Piensas que los cubanos seguirán teniendo dificultades para leerte en lo adelante?
Y.S.: Lamento anunciarles a los censores que pierden su tiempo tratando de domar al salvaje potro de la Internet. Aunque por el momento parece que logran controlar el acceso de los cubanos a la red, no creo que puedan seguir haciéndolo por mucho tiempo. Confío en que los lectores de la Isla, si tienen real interés en leer mis crónicas, buscarán el camino para acceder a ellas. Por mi parte, voy a facilitarles con algunas herramientas, que lo hagan.
D.V.: Me gustaría que compartieras con los lectores tu concepto personal y experimentado de “libertad de expresión”? ¿Consideras que te han quitado este derecho?
Y.S.: Pudiera decir que nací sin ese derecho. 1975 no era precisamente el ocaso del quinquenio gris. Al principio de ese año los cubanos empezaron a tener un carné de identidad y ya en diciembre, el primer Congreso del Partido daba su beneplácito a los acuerdos del tristemente célebre Congreso de Educación y Cultura que instituyó en Cuba la idea, o mejor, la contraseña, de que un pensamiento que no fuera auténticamente revolucionario era, cuando menos, prescindible.
Así que, aunque pudiera decir para mi comodidad que nadie me puede quitar lo que no he tenido, prefiero admitir que nadie me puede quitar lo que es mío, lo que vino conmigo. El poder puede pisotear ese derecho, desconocerlo, violarlo, no cumplirlo cabalmente; pero yo lo tengo y la prueba de eso es que lo uso.
La mejor definición de “libertad de expresión” que conozco, se la debo a un amigo que me dijo un día: Un país donde alguien se pueda parar en una esquina y gritar “aquí no hay libertad de expresión”, es precisamente un lugar donde sí la hay. De manera que me ha dado por pararme en mitad de la calle y empezar a musitar algo, para comprobar que no es posible ni siquiera decir el encabezamiento de la frase. Para un filólogo, que debe trabajar con las palabras, comprender que no puede unirlas libremente ni enunciarlas en su plenitud, es una fuente de frustración permanente.
D.V.: Cuba ha firmado el Pacto de los Derechos Civiles y Políticos junto al de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Al mismo tiempo en el discurso del nuevo Presidente del Consejo de Estado el pasado 24 de febrero se dice que “no hay que temer a las discrepancias.” Ya en el del 27 de enero en la Asamblea Nacional había expresado que los cuadros dirigentes deben crear una ambiente en que las personas puedan expresarse “con absoluta libertad” y habló también de “las prohibiciones que habían hecho más mal que bien”. ¿Cómo se pudieran entender y cotejar estos hechos con el reciente bloqueo a tu página o con la expulsión de un estudiante universitario de la carrera de Derecho en Pinar del Río por expresar sus opiniones discrepantes y por publicar en la revista digital Convivencia?
Y.S.: Parece que todavía el Gobierno sigue entendiendo la discrepancia, sólo como un monólogo entre revolucionarios. Para encauzar todos los criterios que hay en la sociedad cubana, intentan ponerle los límites de la ideología. Es una pena porque entonces la Nación se pierde los frutos de un verdadero debate. Paralelamente al discurso público, que intenta parecer menos inquisidor, se mantienen una serie de instituciones, regulaciones y actitudes que en nada favorecen el diálogo.
Hace tiempo comprendí que uno puede elaborar ideas, proyectos y argumentos muy lúcidos que se silencian rápidamente si los autoritarios apelan a sus estrategias de callar al otro, tirar la puerta o colgar el teléfono. Si encima de eso, estos totalitarios del pensamiento, tienen tras de sí las leyes, los cuerpos armados y un montón de gente adocenada, entonces la censura es mucho más dramática.
D.V.: ¿Seguirás con tu blog y desdecuba.com? ¿Por qué?
Y.S.: Cocina al minuto fue un programa que tuvo un récord de duración en el aire. No pretendo emular con la incomparable Nitza Villapol y sus increíbles recetas de arroz con pollo sin pollo. Seguiré haciendo el blog Generación Y mientras tenga temas y cuerda para hacerlo. Lo mismo digo de mi participación en ese esfuerzo colectivo que es el portal DesdeCuba.
En cualquier momento descubro que empinando papalotes en el malecón también se puede mandar un mensaje. Otra cosa es que todavía no se ha dictado una ley donde se prohíba a un ciudadano cubano colocar sus opiniones en Internet. Si algún día esa ley estuviera vigente a lo mejor cambio de formato y paso a las señales de humo. Pero eso sí, tienen que hacer la ley, tienen que firmarla con su nombre y asumir la responsabilidad. Yo no entiendo cuando me hablan por señas.
D.V: Si continuaran “los problemas técnicos” para acceder a tu sitio y no primara el sentido común, ¿optarías otra vez por marcharte de Cuba?
Y.S.: Si la cerrazón continuara, si no primara el sentido común, el país estaría perdiendo lo que una persona muy cercana a mí llamó “la hora de las oportunidades”. Pero hay que decir que ninguna oportunidad es la última. Para marcharme de Cuba de forma definitiva tendría que sentirme demasiado desilusionada de todos los que se hayan quedado en la isla y en esa lista hay mucha gente que ni se va a ir ni se va a desilusionar tan fácilmente. De todas formas, para mí, quedarme a vivir en Cuba no es un obstinado capricho, ni un compromiso político ni nada parecido.
D.V: En medio de tu cuarto en penumbras, pero cada vez más lleno de gente que te apoya y se solidariza contigo y con tu obra. ¿Cabemos todos en ese espacio? ¿Es verdad que no tiene luz como dijiste? Sinceramente, discrepo en algo de esta apreciación. ¿Puedo sin que me apagues la entrevista?... Me parece ver que el bloqueo cibernético ha generado más luz sobre Cuba. Luz si te despresillan, y luz si te aprietan: Esta es una verdadera “situación en dilema”. Pierden como sea. Gana Cuba como sea. ¿Cómo ves el futuro inmediato de Cuba? ¿Y a mediano plazo?
Y.S.: Lo de esta última semana parece ser el velado truco de algunos uniformados informáticos de nuestras redes. El método que han usado lo desconozco, pero lo cierto es que desde el día 19 de marzo resulta imposible o extremadamente difícil entrar a varios blogs y sitios hechos desde Cuba. Para no ensuciarse las manos del todo han jugado a despresillarlo en algunos servidores o por algunas horas. Espero que sea una situación que no se prolongue demasiado.
Como sea, el ridículo les aguarda, sobre todo porque se ve la desproporción entre toda la infraestructura técnica e informativa de un estado, y un simple individuo tratando de contar sus historias.
DV: Sabes que todos los espacios de Convivencia son tuyos y de Reinaldo, tu esposo. Digo, hasta que nos alumbren más con otro apagón-por-gusto. Algunos nos han dicho: si ves las barbas del vecino arder… Le hemos contestado: todo lo que arde alumbra. Es la libertad de la luz. ¿Qué dirías a nuestros-tus lectores?
Y.S.: Agradezco mucho que nos den este pedacito bajo el confortable techo de guano y yaguas que han creado con Convivencia. La multiplicación de estos espacios, que ya de por sí resultan un verdadero milagro con tantas limitaciones tecnológicas, es un sueño largamente proyectado. No importa si se llama DesdeCuba, Convivencia, Consenso o Vitral, lo que interesa es que sean plurales y abiertos a todos los cubanos.
Tal vez, sin darnos cuenta, estamos reconstruyendo en la vida virtual esos contactos cívicos que en la realidad son prácticamente imposibles. En Internet, vamos conectándonos unos con otros, descubriéndonos y quién sabe si esa red terminamos por imitarla aquí en nuestra sociedad.
DV: Que así sea. Yo también pienso que la Isla se reconstruirá tejiendo una sociedad civil incluyente. Si comenzamos por Internet, estaremos sobre ese difícil “potro” que por su misma raza no se dejará domar. Es la raza de la tecnología al servicio de la libertad.
Muchas gracias por tu transparencia. Con toda honestidad te digo que al leerte me siento más cubano y crece mi optimismo con relación al futuro de Cuba. Algún día, si la vida me alcanzara para tal proyecto, quisiera ser como tú. Ahora permítenos una última sugerencia que te transmito del equipo de Convivencia del que eres y te sentimos parte: ¡Despresíllate! ... y no le tenemos miedo a las múltiples interpretaciones que los cubanos damos a este verbo. Nosotros sabemos que tú sabes y ellos saben que nosotros sabemos por dónde le entra el agua al coco, vale decir, por dónde se abre la “presilla” en paz. Cada cubano y cubana la está abriendo ya.
¡Gracias por ponernos frente al espejo!
Posdata
Al cierre de este número, supimos que la revista Time había incluido a Yoani en la lista de las 100 personas más influyentes en el mundo en el 2008. Reproducimos aquí el post que ella publicó al conocer esta noticia.
¿Qué hago yo aquí?
Junto a noventa y nueve famosos me ha puesto la revista Time en su lista de personas influyentes del 2008. A mí, que nunca me he subido a un escenario, ni a una tribuna y que mis propios vecinos no saben si “Yoani” se escribe con “h” intermedia o con “s” final. Para más sorpresa estoy en el acápite de “Héroes y pioneros”, aunque preferiría la simple categoría de “ciudadano”.
De los innumerables caminos para llegar a ese célebre listado, creo haber transitado –a pie– por el más inusual. Ese que no va apuntalado con poder económico, carisma ante las cámaras, control político o ascendencia religiosa. Sencillamente me dediqué a contar mi realidad desde el distorsionado foco de las emociones y las interrogantes. Llegué a creerme que la voz de un individuo puede empujar los muros, oponerse a las consignas y desteñir los mitos. Ahora la vanidad solo me alcanza para imaginar que los otros inscritos se estarán preguntando “quién es esa desconocida blogger cubana que nos acompaña”

Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955)
Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004 y “Tolerancia Plus”2007.
Ha publicado “Somos trabajadores” y “Reconstruir la sociedad civil: un proyecto para Cuba”. Caracas 1995.
“Cuba, libertad y responsabilidad”. USA, 2005 y “La libertad de la luz”. Varsovia, 2007. Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años. Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia. Reside en P. del Río.

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