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Lo que iban a ser para García Márquez unos días tranquilos de descanso en Cuba se convirtieron en una vorágine tras la liberación de Ingrid Betancourt
MAURICIO VICENT - La Habana - 19 de Julio del 2008
Cada vez que Gabriel García Márquez visita Cuba fuera de temporada ocurre algo. Fuera de temporada, desde hace 22 años, significa cualquier otro mes que no sea diciembre; desde 1986, cuando en vísperas de Navidad el premio Nobel y Fidel Castro fundaron la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, Gabo aparece siempre en La Habana por esas fechas a impartir su taller de guión Cómo se cuenta cuento. La última vez que llegó en otro momento fue en marzo de 2007, cuando muchos suponían al líder cubano al borde de la muerte. García Márquez se reunió entonces con Fidel durante varias horas, y la foto de aquel encuentro dio la vuelta al mundo. En esta ocasión lo que debían ser unas tranquilas vacaciones de verano junto a su esposa Mercedes se transformaron en un endiablado remolino de noticias: la bomba esta vez fue la liberación de Ingrid Betancourt.
"Estábamos comiendo y sonó el teléfono. Era la secretaria de Gabo desde Bogota", cuenta Mercedes. "De ahí saltamos al televisor y no nos despegamos en dos días", completa él. Ambos vivieron por la CNN cada acontecimiento, todo un vértigo: la llegada a Bogota, la rueda de prensa con Uribe, el reencuentro con sus hijos, la llegada a París... Y después, los increíbles detalles del rescate. "Fue todo como en una película. Si yo escribo algo así, nadie lo creería", dice Gabo.
Uno pasaba aquellos días por su casa de La Habana y todo estaba en función de la noticia. Llamaba gente para felicitarles. Recibían visitas de amigos de siempre, y las preguntas se sucedían... ¿Qué pasará ahora con las FARC? ¿Comenzará un nuevo momento para Colombia? "Si me preguntas dentro de un mes te respondo". ¿Y el futuro de Ingrid? "Ingrid vale mucho; y ahora puede hacer lo que se le de la gana". Las respuestas de García Márquez no eran evasivas sino prudentes, y cargadas de un optimismo cauteloso. "Creo que esto puede ser el principio de algo. Pero hay que esperar", dijo un día.
Gabo llegó a La Habana el 17 de junio y tenía un plan "tranquilo", como siempre. Visito la Escuela de Cine de San Antonio, donde sus talleres de guión son como una Biblia. Compartió cenas con viejos amigos y diplomáticos, como el embajador de España en La Habana, Carlos Alonso Zaldívar, y su esposa Fefa, en una velada en la que el tema de conversación fue la vida y obra del pintor Miquel Barceló. Otra mañana García Márquez y Mercedes fueron a ver al poeta Angel Augier, quien les obsequió la poesía completa de Enrique Loynaz, el amigo y anfitrión de Federico García Lorca cuando este visitó La Habana en el otoño de 1929.
Claro, Gabo no sería Gabo sin algo de política. Durante su estancia en La Habana, compartió en varias ocasiones con Raúl Castro, presidente de Cuba desde el pasado 24 de febrero, a quién le une una vieja amistad. Ni una palabra en la prensa. Hasta el 9 de julio, pocos eran los que sabían que se encontraban en La Habana y nada se hubiera publicado de su visita a no ser por Fidel Castro. El 8 de julio, el ex mandatario los invitó a reunirse con él en el lugar donde convalece y allí hablaron durante casi seis horas. Al día siguiente, Castro publicó un artículo contando el encuentro con lujo de detalles. "He pasado las horas más agradables desde que enfermé hace casi dos años", escribió.
"Se acabaron las vacaciones y el anonimato", comentó Gabo al día siguiente.
En cinco horas y media se conversa de muchas cosas, y por supuesto también de Ingrid Betancourt. "Se lo sabía todo", asegura García Márquez. Un detalle: Castro está leyendo el libro Siete años secuestrado, del ex senador colombiano Luís Eladio Pérez, liberado en febrero por las FARC. "La verdad, me sorprendió: Fidel está más lúcido que nunca, lo he visto física e intelectualmente muy bien, acordándose del más mínimo detalle". Cuando llevaban dos horas charlando, Fidel los invitó a quedarse a comer. Era la primera vez que Castro compartía mesa y mantel con un visitante desde que cayó enfermo. Comieron al aire libre. Ellos tomaron un sopón que en Cuba llaman ajiaco, y pollo de segundo; él su exiguo menú de dieta, aunque eso si, "con una copita de vino", cuenta el escritor. En su artículo Castro lo relata así: "ellos almorzaron lo suyo, y por mi parte cumplí la dieta disciplinadamente, sin salirme un ápice, no para añadir años a la vida, sino productividad a las horas".
Parece confirmarse que queda Fidel para un buen rato, con todo lo que ello implica. "Aunque a nuestra edad nunca se sabe", apostilla el escritor, de 81 años, los mismos que tiene Castro. Fue un día de recuerdos. Entre ellos, el de la tarde que Gabo le 'salvó' la vida durante la IV cumbre de presidentes iberoamericanos de Cartagena de Indias, en 1994. Había un paseo en coche de caballos y el equipo de seguridad de Fidel esperaba un atentado. "Fidel me llamo y me dijo, sí tu vienes conmigo no nos dispararán. Y yo subí".
Dos años después de aquella cumbre, García Márquez escribió el libro 'Noticia de un secuestro', basado en la historia del secuestro de diez personas por Pablo Escobar. Gabo se enteró después de que Escobar lo quiso secuestrar a él para que escribiera de su vida. Por suerte se arrepintió: "Pues no, como vamos a asustar así al maestro", le dijeron que dijo el capo. Mientras estos recuerdos van y vienen, la televisión da dos noticias: algo sobre Ingrid y una información de su encuentro con Fidel. Y Gabo bromea: "uno viene aquí fuera de temporada y se convierte en temporada".
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