que a veces se cuela en la televisión
MAURICIO VICENT - La Habana - 02 Julio 2008
A mil kilómetros de La Habana, en la ciudad de Baracoa, el pescado que sirven a los turistas en el hotel El Castillo es congelado. Lo mismo ocurre en todos los restaurantes estatales del país, así que la cosa no tendría nada de extraño a no ser por dos razones: para llegar a esta villa oriental, la primera fundada en Cuba por Diego de Velázquez, los peces han de pasear 150 kilómetros desde Guantánamo y atravesar una peligrosa carretera de montaña llamada La Farola; lo segundo es que Baracoa es un fabuloso pueblo marinero de 40.000 habitantes y la pesca en la localidad es excelente.
Pero no hay "mecanismos" para que los particulares puedan suministrar nada de forma directa a los hoteles y empresas del Estado. "Todo está centralizado, y mientras sea así, todos seguiremos congelados", bromea un funcionario de espíritu liberal.
En Cuba, el drama y el humor negro se confunden. En la isla existe una polémica ley que establece que el que emigra "definitivamente" del país pierde el derecho a la casa y a todas las propiedades de las que es titular. ¿Pero qué ocurre si quienes emigran son tu hija y tus nietos, y tú te quedas? Le pasó a Evaristo Ricardo Concepción, en la ciudad de Holguín, y casi le da un infarto. Pese a que hacía tres años que vivía con su hija en la vivienda, al estar ésta a nombre de la "emigrante" fue requisada en febrero de 2006 con todos los objetos en su interior.
Evaristo reclamó y ganó la demanda. Le devolvieron la casa en julio, pero vacía. Reclamó otra vez. El 15 de mayo de 2007 le devolvieron el refrigerador y el televisor, y el 8 de agosto un ventilador. Pero de lo demás, hasta hace dos meses, nada. Lo publicó en abril el diario Juventud Rebelde en su sección Acuse de recibo.
Casos como éstos, a montones. En la misma sección y en el mismo diario, el pasado domingo se informaba de dos "situaciones" relacionadas con el peliagudo problema de la vivienda, en un país que tiene un déficit de un millón de casas. La primera aludía a la protesta de un grupo de vecinos del municipio Arroyo de Naranjo, en La Habana, por el desamparo en que se encuentran. Resulta que sus viviendas fueron construidas por error entre dos torres de alta tensión, y al erigirse la urbanización "en un campo magnético peligroso para la salud humana", ninguna institución se responsabiliza. "Los inquilinos no tienen la propiedad de sus casas, ni por lo tanto su libreta
de productos alimenticios".
El segundo caso es aún más sangrante. Se trata de unos vecinos del pueblo de San Juan y Martínez, en Pinar del Río, que empezaron a construir su propio edificio en 1987. "No pudieron concluirlo por urgencias del territorio -ajenas a su volun-tad- hasta 2007; ¡22 años después!", exclama Juventud Rebelde. Ahí no acaba la cosa. "Increíblemente, no se han entregado las viviendas todavía, hasta tanto no se construya un tanque séptico".
El artículo periodístico, titulado Inversiones a lo loco, denunciaba "las secuelas que traen la improvisación, la indisciplina y el voluntarismo en procesos inversionistas relacionados con algo tan serio como la vivienda".
Las verdades más duras en Cuba se dicen jugando. Medio en guasa. Y cuando la risa es política y encima se cuela de modo sistemático en la ideologizada televisión estatal, es que el asunto es muy serio. El día que vaya a hacerse una fotografía de la Cuba actual, habrá que recuperar la serie humorística Deja que yo te cuente, que cada miércoles salpica la pantalla de situaciones delirantes, que no son otras que las que produce el socialismo tropical.
Lo normal en el programa es ser pícaro y robarle al Estado, y por este vodevil desfilan dirigentes incapaces y personajes que se buscan la vida haciendo difíciles equilibrios, a caballo entre la censura y el goce popular. El programa se transmite por el canal Cubavisión en horario de máxima audiencia y causa furor. Algunos cubanos hasta graban los capítulos y envían las cintas de vídeo a sus parientes recién emigrados a Miami, adictos a sus irreverencias. Una de sus secciones se ambienta en un taller estatal que realiza reparaciones de equipos electrodomésticos, aunque en verdad poco se repara porque casi nunca hay piezas de repuesto.
Como en muchos establecimientos estatales, en este taller no hay gran contenido de trabajo. Y dado que los salarios no alcanzan, cada cual sobrevive como puede. En un capítulo memorable, la secretaria se dedica a hacer de manicuri particular, esto es, a arreglar uñas en el horario laboral; el empleado más anciano cobra un impuesto a los clientes que necesitan usar el baño; y el mecánico tiene su rejuego con las piezas del único automóvil de la empresa, al servicio del gerente. Ocurre que el chófer del dirigente hace de taxista privado con el coche del Estado y es descubierto por los empleados. El jefe, al verse ame-nazado, impuso la paz con este argumento inapelable: "Aquí no pasa nada; ni yo veo lo que ustedes hacen, ni ustedes lo que hago yo".
Censura en la 'zona de silencio'
Aunque dentro y fuera de Cuba hay quienes se empeñan en negarlo, algunas cosas importantes han cambiado en la isla, y entre las que más, la disposición a la crítica y su empleo sin complejos por los creadores más jóvenes.
Muestra de ello es Zona de silencio, un documental sobre la censura realizado por Karel Ducases como tesis para graduarse en la Facultad de Comunicación Audiovisual del Instituto Superior de Arte. En el filme aparecen figuras como los escritores Antón Arrufat y Pedro Juan Gutiérrez, el cineasta Fernando Pérez y el trovador Frank Delgado, y todos sin excepción hablan sin edulcorantes de la existencia de censura en su país, antes y ahora.
Arrufat cuenta su experiencia con la censura "brutal" que lo tuvo 14 años sin publicar un libro. Delgado, de la cobardía de los censores que ni se atreven a decirle a la cara que sus canciones están prohibidas. Ducases juega con el humor y el drama, e intercala citas como la siguiente de José Martí: "La mordaza que pone en boca ajena, se vuelve esposas en las propias manos". Su productora se llama Sin Límite Films. Y la película fue exhibida en febrero en La Habana en la séptima Muestra de Nuevos Realizadores.
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