Escrito por Consejo de Redacción | |
Martes, 16 de septiembre de 2008 | |
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Sería oportunista aprovechar el momento para criticar al gobierno por la indiscutible responsabilidad que tiene por la indefensión generalizada en que se encuentra sumida la mayoría de la población. Pero también sería oportunista sumarse a un esfuerzo, a una unidad en la desgracia, cuando nos parece que cada paso que se da va encaminado no a solucionar los problemas, sino a eternizarlos. Urge, más que nunca, tener una política claramente definida sobre cuál va a ser el futuro de Cuba. Cuando los más optimistas veían a la vuelta de la esquina el fin del período especial, el espectro de la opción cero se convierte en algo más que una amenaza. Si en los tres meses que quedan a la temporada ciclónica pasara sobre la isla otro fenómeno atmosférico como el Ike, pero de categoría tres o cuatro, la nación no tendría reservas para enfrentar nuevos desastres.
El país necesita ayuda internacional para aliviar de forma inmediata la situación de las miles de familias que lo han perdido todo. Rusia, Venezuela, Colombia, Brasil, y otros han hecho generosas donaciones según sus posibilidades. Nadie debería poner condicionamientos a ninguna ayuda, ni para darla, ni para recibirla, porque de ello depende el auxilio que están recibiendo las más de 200 mil personas que han quedado sin hogar. Sin embargo, ningún plan emergente, ningún puente aéreo o marítimo podrá revertir la peligrosa fragilidad en la que estamos inmersos.
Sin olvidar que hay una triple crisis a nivel mundial: energética, de alimentos y financiera, los cubanos tenemos que movilizar eso que nadie ha podido confiscarnos ni bloquearnos: nuestra inteligencia, nuestra voluntad de remediar los problemas. Las soluciones solo aparecerán mediante una profunda discusión en la que podamos participar todos. La exclusión de uno solo de los elementos que nos componen anticiparía el fracaso del debate. Los próximos vientos no esperarán por nadie.
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