M. VICENT / M. GONZÁLEZ | La Habana
6 de Julio del 2010
El Pais
Nunca una visita del ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, había levantado tanta expectación como la que inició el lunes por la noche a La Habana. La pregunta no es si se producirá una liberación de presos políticos, algo que casi todo el mundo da por descontado, sino qué alcance tendrá y si se hará coincidir su anuncio con la presencia del jefe de la diplomacia española, que en la noche del miércoles regresa a Madrid.
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Moratinos ha dado a entender que no se marchará con las manos vacías al declarar, al inicio de la reunión que las dos delegaciones han mantenido este martes por la tarde en la sede de la cancillería cubana, su convencimiento de que la visita será un éxito y, lo que es más importante, que así lo considerarán también los otros socios de la UE. Su objetivo explícito es la derogación de la llamada Posición Común, que condiciona desde 1996 el diálogo europeo con La Habana al respeto a los derechos humanos y los avances democráticos. El ministro español ha conseguido que sus colegas de la UE le den una prórroga de dos meses, hasta septiembre, para obtener gestos significativos por parte de las autoridades cubanas. Pero sabe que los partidarios de la firmeza -encabezados por Alemania, República Checa o Polonia- se negarán en redondo a cualquier concesión si no se produce antes la liberación de un grupo significativo de los 167 prisioneros políticos que hay en la isla. No bastan las excarcelaciones a cuentagotas y los traslados penitenciarios realizados hasta ahora. El propio canciller cubano, Bruno Rodríguez, ha reconocido los "esfuerzos" realizados por la presidencia española de la UE para derogar la Posición Común, que ha tachado de "injusta, injerencista y discriminatoria", y se ha mostrado convencido de que la visita de Moratinos, "en un momento promisorio", no sólo será un éxito desde el punto de vista bilateral sino que también tendrá también efectos para las relaciones entre Cuba y la UE. Un guiño dentro de la calculada ambigüedad que rodea esta visita. Rodríguez acudió el lunes por la noche a recibir al ministro español al aeropuerto José Martí y luego le acompañó a la residencia oficial del embajador español en La Habana, Manuel Cacho, como muestra de la complicidad que se ha generado entre ambos. El tercer actor de este drama, cuyos hilos se tejen entre bambalinas, es el cardenal Jaime Ortega, con quien Moratinos ha departido durante hora y media este martes en el Arzobispado de La Habana. "Apoyamos las gestiones de la Iglesia cubana y esperamos que ese trabajo dé resultados", declaró el ministro tras la entrevista. "Se reafirma con su visita [del jefe de la diplomacia española] la esperanza acerca de los prisioneros" políticos, añadió el cardenal, quien agregó que el actual momento es "muy propicio para que se puedan dar algunos pasos positivos". Un lenguaje cauteloso que apenas disimula el temor a que pudiera malograrse en el último momento la esperada liberación de presos políticos. Uno de los elementos que más preocupan es el la situación del disidente Guillermo Fariñas, que se encuentra en estado crítico tras más de 130 días de huelga de hambre y sed en demanda de la liberación de 25 reclusos de conciencia que se encuentran enfermos. La delegación que acompaña al ministro ha estado permanentemente pendiente de su estado de salud, pues un desenlace trágico de su protesta podría hacer descarrilar o como mínimo retrasar, toda la operación. Por su parte, el presidente de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN), Elizardo Sánchez, ha informado de que unos 40 presos políticos han sido entrevistados o sometidos a chequeos médicos en las cárceles en los últimos días, un hecho que en su opinión podría indicar que se prepara una excarcelación masiva. La última palabra la tiene el presidente Raúl Castro, con quien Moratinos tiene previsto reunirse antes de regresar a Madrid, a pesar de que la cita no figura en el programa oficial.
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